Vivir la vida y evitar que otros te la vivan

El ilustre pensador español Dr. Javier Fernández Aguado, revela en esta carta, respuesta a mi carta XIX, que está trabajando en sus Memorias, una noticia que damos en exclusiva en este Blog, en la sección inédita y singular de correspondencia virtual.

Madrid, 17 de julio de 2015

Caro José,

Siempre me alegran tus cartas, repletas de reflexiones interesantes. Clásicos son, efectivamente, quienes superan el filtro inexorable del tiempo.

Las preocupaciones, necesidades, anhelos del ser humano son siempre semejantes, aunque las manifestaciones epidérmicas puedan modificarse ligeramente. Todos buscamos un sentido a la vida, al quehacer, a nuestras relaciones, a las contradicciones, al esfuerzo…

Algunos soslayan las cuestiones clave a través de uno o varios de grotescos afrodisiacos (ruido, alcohol sin medida, ansias de reconocimiento público, impúdicos anhelos de poder, etc.) tan de moda hoy en día, como lo han estado en todas las épocas. ¡Dios nos libre de los ingenieros sociales que ayunos de conocimiento pretenden imponernos ideas obsoletas y nocivas que han dañado a cientos de miles! Su excusa es la ignorancia, que manifiestan con patético ardor. Su mayor culpa, pensar que con mimbres carcomidos y bañados en sangre resolverán los problemas de la humanidad.

Llevarse bien con uno mismo, superar la envidia, manejar adecuadamente una soledad inteligente, saborear la sabiduría, huir de la imposición vociferante de la última opinión imperante, vivir con la masa pero con ideas propias, son varias de las claves que permiten vivir la vida y evitar que otros te la vivan.

Todo el año, pero particularmente julio y agosto ofrecen oportunidades de introspección. Además de dirigir varios procesos de coaching, y de atender a solicitudes profesionales de ambos lados del Atlántico, estoy engolfado en la preparación de mis Memorias, además de en el estudio del Management de la revolución bolchevique. Ambos proyectos se encuentran razonablemente avanzados. El segundo verá la luz, Dios mediante, en 2017 coincidiendo con el centenario de aquellos luctuosos sucesos. El primero tardará más tiempo (o menos, lo ignoro), porque no quiero que –de ser publicado: la decisión corresponderá a mi esposa- lo sea estando yo en este mundo.

Como bien sabes, mi vida ha sido razonablemente agitada a través de medio centenar de países de cuatro Continentes. He conocido a personajes de relevancia pública en diversos lugares, y he vivido de cerca situaciones de índole diversísima. Estoy plasmando mi percepción de esas vivencias, con la ilusión de que sirvan de ayuda a mis hijos. Y, si fuese el caso, a otras personas.

El porcentaje de buena gente supera con mucho a la de esos pasmados que pretenden amargar la vida de sus coetáneos. Estoy plenamente de acuerdo con la enseñanza de Werenfried: las personas son mejor de lo que pensamos. Precisamos, eso sí, de que alguien nos ayude a sacar lo mejor de nosotros mismos.

Es eso, justamente, lo que vengo procurando los últimos veinte años con mis investigaciones de management y de antropología directiva.

Ojalá, en ese nuevo texto que estás esbozando -¡ánimo!- seas capaz de reflejar eso de manera destacada.

Sobre la cuestión que me planteas, yo también prefiero el texto de Rico. Coincido plenamente con los argumentos que aportas.

Sigue con salud

Javier Fernández Aguado
@jferagu

 

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