Respuesta del profesor Dr. Javier Fernández Aguado a mi carta nº 20, de esta singular correspondencia que mantenemos en este Blog y que compartimos con todos nuestros lectores.
Madrid, 4 de septiembre de 2015
Caro José,
Me llega tu carta cuando, como refieres, estoy ultimando cuestiones antes de emprender un nuevo viaje a América. En esta ocasión, estaré en EE.UU y en México. En este último país, entre otras actividades, impartiré una conferencia en el magno Congreso organizado por Amedirh en su 50 aniversario. Muchos miles de profesionales de México, y también de otros países de América están inscritos. Por deseo de los organizadores, mi intervención precederá a la de Patch Adams, a quien tengo muchas ganas de conocer personalmente.
También hablarán presidentes de diversas compañías de primer nivel. Toda una experiencia en ese maravilloso país que conozco bien gracias a las decenas de viajes que he realizado en las últimas dos décadas, siempre para trabajar, pero siempre también disfrutando de su maravillosa gente. ¡Cuántos amigos tengo repartidos por la gran república mexicana! Con unos pocos me encontraré en los próximos días.
Europa envejece mal, como bien señalas. Reproduce los males del medievo, cuando algunos privilegiados se protegían tras las murallas del castillo, ajenos a las necesidades de poblaciones cercanas. La patología de nuestro viejo Continente se llama egoísmo. Se ha extendido a nivel personal y colectivo.
La curación de Europa no vendrá de la mano de aprendices de brujo (o bruja, de todo tenemos), que con menguada experiencia y desproporcionada temeridad prometen conducirnos a paraísos que sólo existen en sus imaginaciones escasamente ilustradas.
Profesionales bien preparados y éticamente solventes es la mayor necesidad. Los retos que afrontará Europa en las próximas décadas son enormes. Sólo la técnica impregnada por una antropología sólidamente fundada aportará vías de salida.
¡Cuántas veces recuerdo un libro profético de Ratzinger: Una mirada a Europa! Si se le hubiera hecho caso, no estaríamos donde estamos.
Como bien sabes, soy un enamorado del concepto micro-mundo. Es ahí, cada uno, donde debemos esforzarnos con denuedo. Nuestros frágiles hombros –parafraseo a Shakespeare- no pueden soportar el peso de todos los problemas de la humanidad. Al menos, esto sí, deben transportar en volandas los que a cada uno de nosotros competen. Sumando miles de micro-mundos es como se logra un entorno mejor.
La cuestión migratoria tiene dos aspectos. El primero es humano. En esas masas podríamos estar cualquiera de nosotros. Cada uno de ellos alberga nuestras mismas ilusiones, miedos, esperanzas y desánimos. Son personas exactamente iguales a nosotros, no bandadas como algún desaprensivo mentecato les ha calificado. De otro lado, hay cuestiones técnicas que no se resuelven con buenismos simplones.
El libro que estás escribiendo será, sin duda, un grano de trigo más para alimentar mentes e ilusiones.
Sigue con salud,
Javier