Sin duda alguna es ley de vida. Todos sabemos que hemos de morir, pero no nos gusta que nos lo recuerden y menos ver esta realidad cerca.
En este inicio de año 2016 han fallecido dos buenos amigos: José Antonio Anaya, aragonés de Graus, de un duro cáncer contra el que luchó dos años y Mariano del Castillo, que fue director de Xaloc y un gran personaje en el mundo de la educación. Voy a contaros algunos recuerdos.
A Mariano lo conocí a los 14 años, cuando estudiaba en Xaloc en L’Hospitalet, y la última vez que lo vi, fue en una comida el 4 de marzo de 2015 en IFEMA, en la pasada edición de EXPOELEARNING.
En aquella época también se inició la relación con José Antonio Anaya, aragonés de pro, el montañero que me acompañó en mi ascenso al Aneto. Un hombre duro, seco, fuerte, noble y leal. Fue profesor de La Farga y montó su propia empresa: residencias de gente mayor, cuando apenas existían centros privados en Catalunya. Ha fallecido a los 62 años.
Es curioso que han fallecido uno el 8 y el otro el 9 de enero, se han ido a ascender cimas más altas. Los dos eran buenos montañeros y tenían muchas cosas en común: la docencia, sobriedad, seriedad, sinceridad, hombría de bien.
Todos los recuerdos se agolpan y es difícil separarlos. Mariano ha trabajado toda su vida por elevar la educación libre al nivel más alto en España, promotor y directivo de la CECE, fue también director de Tajamar, ha dejado una profunda huella en todas las personas que le han tratado y que en estas últimas horas dejan su testimonio en las redes sociales (ver la página de mi Facebook y Twitter), noticias en prensa, etc., ha fallecido caminando por la montaña, de un infarto a los 75 años, como le gustaba hacer casi cada domingo. El año 2004 lo visité en su oficina en la CECE para invitarle a participar en EXPOELEARNING, apoyó la primera edición de EDUCAPARTY en la Feria de Madrid el 2005, la actividad que organizamos para los centros educativos en el marco de nuestra feria de e-learning. Le agradezco su apoyo de siempre, buenos consejos, maestría y enseñanza.
Y para José Antonio, con su sonrisa casi permanente, sus pocas palabras y su mucho fumar, mi recuerdo imborrable de aquella ascensión a la montaña más alta del Pirineo, si no hubiera sido por él, me hubiera sido imposible alcanzar la cima. Ahora que podrá ver todas las montañas del mundo, le pido que me siga dando la mano para llegar arriba.
A los dos buenos amigos, un fuerte abrazo agradecido por su amistad eterna. In Memoriam.
© José Lozano Galera
Twitter: @jolozanoga
Sant Cugat, 10 de enero de 2016