Carta 1-JFA-Madrid, 10 de enero de 2011
Caro José
El año 2010 ha sido, efectivamente, intenso desde muchos puntos de vista. El Symposium que decidiste promover, y con el que mostraste que también en España es posible superar la envidia, incluso entre intelectuales, ha quedado para muchos como un hito. Contemplar a aquellos más de 600 profesionales llegados de una docena de países para reflexionar sobre mi trabajo fue algo especial.
Gracias por tu capacidad de iniciativa y tu buen hacer, a pesar de las dificultades logísticas. En estos meses, en conferencias impartidas tanto en España como en otros países, se me han acercado personas para decirme: ¡yo también estuve en el Symposim! ¿Y qué decir de los innumerables correos electrónicos recibidos desde los cuatro puntos cardinales?
Nunca he pretendido, ni antes ni ahora, ser famoso. Mi único objetivo es, en la medida de lo posible, proporcionar a otros hombres y mujeres pensamientos, reflexiones o experiencias que puedan ayudarles quizá a vivir mejor la vida. Porque una de las peores cosas que a alguien puede pasarle es que en vez de vivir, se limite a durar.
El 2011 promete ser también apasionante. Uno de los motivos, estas cartas que has decidido comenzar, y que con todo gusto recibo y respondo. ¿Quién sabe si con el paso de los meses merecerá la pena que aparezcan en formato libro?
Marta, mi esposa, suele repetir que mi existencia –frente a lo que pudiera parecer a quien sólo conocen mis investigaciones sobre el management- tiene mucho de aventura. Repite que pocas personas han vivido tantas cosas, tan diversas y en tantos países como yo. Obviamente hay algo de exagerado, por fuerza del cariño, en esas afirmaciones. Con todo, es cierto que en los casi cincuenta años que llevo en esta tierra, además de haber contemplado la muerte muy de cerca en varias ocasiones (me siento en periodo de prórroga desde hace mucho tiempo), he tenido la fortuna de vivir experiencias y de conocer a personas de las que he aprendido muchísimo. Y eso, tanto en Europa, como en América, África y Asia. Tú eres una de esas personas a las que me refiero.
Por eso, frente a obras académicas, acojo con gusto tu reto de abrir un poco más mi experiencia a los posibles interesados. Siempre, eso sí, respetando esos ámbitos de intimidad que nunca deben descubrirse, salvo en los entornos más íntimos. Hay cuestiones que sólo después de la desaparición física de alguien deben salir a la luz.
Como apasionado estudioso, procuraré comentar contigo, y gracias a ti, las cuestiones que vayan surgiendo en esta conversación, probablemente con la ayuda de los clásicos. Y un consejo hoy para los posibles interesados: de la docena larga de libros que he leído en estas semanas navideñas, selecciono uno: Escipión el Africano, de Javier Cabrero. Es una obra documentada, rigurosamente histórica, y fácil de leer.
Si te parece oportuno, en cada ocasión incluiré la referencia de alguno de los libros que en ese momento tenga entre manos y que merezca la pena recomendar.
Javier Fernández Aguado