Adiós a la máquina de escribir

Hoy en la India ha cerrado la última fábrica de máquinas de escribir del mundo. No estamos en una época de cambios, estamos en un cambio de época.
Yo aprendí a escribir a máquina a los 13 años en una Academia de Hostrafrancs, en la Barcelona de los inicios de los 70. Y me ha sorprendido relativamente conocer hoy por la televisión que la última fábrica de máquinas de escribir ha cerrado en la India. He reconocido los diferentes modelos que se han mostrado en el reportaje. Los he usado casi todos y otros hasta prácticamente mediados de los 90. En la UOC, donde empecé a trabajar en 1995 ya no había máquinas de escribir, pero sí las había de todos los formatos en el Banco Condal donde me estrené en el mundo del trabajo en 1972. El ritmo de los cambios de nuestra generación es vertiginoso. Aprendimos a usar el Tippex y hoy leemos los periódicos en el iPAD.
Estos cambios son ajenos a nuestra voluntad, quizá es el progreso o la fuerza del mercado, pero en cualquier caso se dan queramos o no y aunque pretendamos vivir ajenos a todo esto, nos afecta de muchos modos. De igual forma que el aprendizaje que no contemple estas tecnologías está condenado a quedar en el Museo o en el rincón de objetos entrañables, como en nuestra oficina, donde guardamos las viejas y queridas máquinas de escribir, aquellas que nos ayudaron a escribir nuestras cartas, currículums, trabajos universitarios e incluso poemas o cartas de amor.

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