Hemos de aprender a amar la muerte como se ama la vida

Caro Javier,

Seguimos manteniendo el contacto vivo por los canales más modernos que no existían cuando se inventó la comunicación epistolar.
Han pasado muchas cosas desde nuestra última carta que tus seguidores conocen bien: el II Symposium el 28 de marzo en IFEMA, la presentación de tu nuevo libro el pasado 22 de enero en Madrid y tantas actividades que llenan tu tiempo. La vida sigue.
Justamente de esto quería hablarte hoy en esta carta: de la vida y de la muerte.
El pasado 3 de febrero mi padre falleció, estoy convencido que Dios lo acoge en su seno. Tuve la suerte de acompañarle durante todo ese lunes, justo hace una semana.
Te decía en el cruce de emails y whatsapp que nos hicimos (te agradezco mucho tu recuerdo): «¡Qué poco se habla de la muerte en nuestra sociedad!».
Cuando la vida te lleva a enfrentarse con la muerte, cuando la vives en directo, cuando eres testigo de una agonía larga, reflexionas tanto, piensas, rezas, ves la vida de otro modo.
Nos deberían enseñar a ver la vida desde la muerte, desde ese instante final, donde la fina línea que separa vida y muerte se cruzan definitivamente…ahora respiro, ahora ya no respiro y muero… El alma se separa del cuerpo y va al encuentro con el Amor eterno que es Dios.
No se  nos puede ocultar la muerte que es la puerta de entrada a la Vida. Nos deberían explicar como enfrentarnos a la muerte, qué hacer en esos momentos, que tarde o temprano nos toca vivir a todos y cada uno de nosotros.
La vida te cambia cuando te enfrentas a la muerte, cuando te llega como esa llamada del Padre que te está esperando. Te deja como noqueado, hasta que poco a poco vas recuperando una cierta normalidad que no puede ser igual a tu vida anterior. Ya nada es igual después de vivir una muerte cercana.
No hay vuelta atrás, ni importa todo lo que tienes. No te llevas nada, solo el amor de tu esposa, de tus hijos, de tu familia, de tus amigos y seres queridos.
Sí, es una gran lección de la vida, que tú conoces bien, desde hace 25 años que te acompaña el recuerdo imborrable de tu padre, al que tanto quieres y que tanto te influyó. Ahora me toca a mí.
Hemos de hablar más de la muerte, con naturalidad, como algo vivo que está en nuestras vidas. Hemos de aprender a amar la muerte como se ama la vida.
La vida nos llegó sin buscarla, la muerte nos llegará igual, hemos de saber enfrentarnos a ella, no solo desde la fe, sino desde esta vida que tenemos y se nos escapa, queramos o no.
La muerte es lo más democrático e igualitario que hay en este mundo. Como decía Jorge Manrique, ante la muerte: «son iguales los que viven por su manos y los ricos» «Aunque la vida murió nos dejó harto consuelo su memoria.»
Muchas gracias por tus sabios consejos, por compartir tu amistad en estos momentos duros, pero a la vez serenos.
Sigue con salud,
José Lozano
Sant Cugat, 10 de febrero de 2020