El pasado 19 de octubre tuve la oportunidad de viajar por tercera vez a la isla canaria de Santa Cruz de Tenerife, invitado por la Sociedad de Desarrollo del Ayuntamiento de la capital tinerfeña para participar en unas interesantes Jornadas donde el e-learning fue protagonista.
Este tipo de eventos siempre permiten conocer a muchas personas interesantes, compartir conocimiento y aprender unos de otros. No me gusta ir a dictar lecciones magistrales, primero porque estoy convencido que no soy maestro de nadie, y segundo porque me gusta más compartir, escuchar, observar, ver y aprender con otras personas. Eso me pasó, una vez más, en la sala del viejo Instituto canario donde impartimos un Taller práctico de e-learning, mientras mi compañera Cristina García estaba dinamizando los grupos del Taller, una profesora que trabaja en un pequeño pueblo de la isla, con gran entusiasmo me enseñaba su «aula virtual» que había desarrollado para que su alumna, una joven de 13 años postrada en cama con una grave enfermedad que le impedía moverse, pudiera terminar sus estudios básicos. Con emoción comprobé una vez más, esa tarde que, efectivamente, el e-learning permitía que personas, que de otro modo no podrían ir a clase ni siquiera tener acceso a Internet, puedan ahora de modo sencillo pero efectivo y gracias al tesón, iniciativa y voluntad de una excelente profesora, poder concluir sus estudios, ilusionarse de nuevo y avivar su esperanza por aprender y crecer como ser humano.