Los fanáticos con anhelos dictatoriales

Esta es la respuesta a mi carta XV en la felizmente recobrada correspondencia en la red que mantengo desde hace años con el profesor Dr. Javier Fernández Aguado y que pienso es un lujo para todos. Debería escribirle más a menudo, pero querido lector, apelo a tu comprensión para saber que tempus fugit…gracias, amigo/a.

Madrid, 17 de noviembre de 2014

Caro José,

Echaba en falta este intercambio epistolar que mantenemos desde hace algunos años. Como en un partido de tenis, te tocaba sacar a ti de nuevo.

Respondo sin concederme excesivo plazo, pues me esperan varios viajes y no pocos compromisos en las próximas semanas, previas a la Navidad.

Apasionantes son los tiempos que nos está tocando vivir. Implican reto permanente. También capacidad de superar el desánimo que provoca la oleada de egoísmo colectivo e individual manifestado en muchos rincones de formas en parte diversas y en parte semejantes (corrupción, cerrazón mental, racismo, desprecio del diferente, etc.), y de populismo convulsivo que arrastra a los ayunos de reflexión.

Como bien señalas, lleva unos meses en librería mi último libro, “El management del III Reich” (LID editorial). He dedicado miles de horas en los últimos treinta y cinco años a estudiar el nazismo. La publicación de esa investigación la he hecho coincidir con el ochenta aniversario de la toma del poder –al fallecer Hindenburg- por parte del cabo austriaco y sus secuaces.

Nunca pensé que los sucesos que azotan Europa en el presente coadyuvarían a que el libro tuviese tanta actualidad. Independientemente de que se auto denominan de izquierdas o de derechas, se han multiplicado los fanáticos con anhelos dictatoriales epidérmicamente disimulados y están engatusando a muchos.

En algunos países de Latinoamérica ya han pagado, o lo están haciendo, el haber caído en la trampa del ratón: también los alemanes votaron a Hitler ignorando voluntariamente que sería la última vez que las urnas hablarían. Hitler les diría años después, en pleno despropósito guerrero, que no debían llevarse a engaño, que ya en “Mi lucha” había declarado sus intenciones.

Ojalá dentro de algún tiempo, no tengamos que escuchar algo muy semejante de quienes ahora no pasan de ser niñatos o niñatas matreros a ambos lados de los Pirineos y más allá también.

Son tiempos de trabajar duro, no de vocear algaradas.

En los últimos meses, con más motivo tras un nuevo y reciente viaje a Chile, estoy repitiendo unas frases que un gran héroe chileno, Alberto Hurtado (por fin pude visitar su tumba, gracias a un gran amigo, Rodrigo Jordán, el Rafael Nadal chileno), tomó de un autor europeo del siglo IV: “no nos quejemos de los tiempos. Cambiemos nosotros y cambiarán los tiempos. Porque, ¡los tiempos somos nosotros!”.

Sigue con salud

Javier

 

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