La regeneración de la decencia se impone en la política

Carta del profesor Dr. Javier Fenández Aguado, respondiendo a una mía anterior, que publico en este Blog para disfrute de todos los lectores.

Caro José,

Bien haces al calificar de tiempos complejos los que nos toca vivir. Se impone, como señalas, una recuperación de la ética. Quizá debería empezar por la Universidad y por los colegios.

Hace pocos días he vivido una experiencia que me ha llevado a reflexionar de nuevo sobre esta cuestión. Por motivos que no son del caso, he escuchado la declaración de un catedrático de mercantil perteneciente al claustro de una Universidad privada madrileña que otrora fue renombrada y de inspiración religiosa.

Aún dudo si me preocupó más la falta de decencia del docente, al cobrar por mentir o su ausencia de preparación técnica a la hora de abordar el tema para el que fue contratado como perito. Al escucharle pensaba en la estafa que representa que personajes como él tengan en sus manos la formación de los futuros profesionales, en este caso juristas. ¿Qué podemos esperar de quien se vende por unos miles de euros y está dispuesto a justificar contra la justicia a la vez que demuestra nulos conocimientos de la materia en la que se autoproclama catedrático?

Bien es cierto que le calificaron de ignorante, de patético especialista –explicitándole que se califica así a quien cada vez sabe más y más de menos y menos, para acabar sabiendo casi todo de casi nada…-, de corruptor la verdad, etc. Pero, y es lo que más me llamo la atención, no pareció inmutarse. Él había cobrado y eso era todo su objetivo.

La regeneración de la decencia se impone en la política, pero en paralelo en los centros de formación en todos sus niveles. También en esas Escuelas de Negocios que haciendo bandera de la ética han formado una generación de directivos que han conducido a la quiebra a entidades mercantiles y financieras, para luego retirarse bien llenas las carteras.

Históricamente, las catarsis han acaecido siempre en medio de convulsiones: guerras, epidemias, enfermedades, catástrofes naturales… Ojalá ni nosotros ni nuestros hijos tengamos que ser testigos de una cirugía de ese tipo. No será fácil, sin embargo, una transición pacífica hacia una época de renovación ética, porque muchos de quienes se proclaman adalides de la misma, enarbolando sea evolucionismo darwiniano sea religión, no muestran coherencia en sus comportamientos. Y la ética, al igual que el liderazgo sólo puede mostrarse a otros cuando cada uno procuramos vivirla. Lo otro, es hipocresía.

Sigue con salud

Javier Fernández Aguado
Madrid, 22 de mayo 2012

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