Sobre la justicia en la gestión de los directivos

Nueva carta del profesor Dr. Javier Fernández Aguado en esta singular correspondencia que venimos manteniendo en este Blog.

Caro José,
Hablar de política contemporánea no es mi fuerte. Entre otros motivos, porque para calificar con objetividad es conveniente que transcurra mucho tiempo entre quienes juzgan los hechos y su realización.

De todas formas, hay momentos en los que parece que la historia se acelera. Quizá el actual es uno de ellos. Estamos contemplando un notable número de sucesos, que se acumulan. No por eso dejan de ser menos relevantes y, en algunos casos, graves.

Saber, por ejemplo, que quienes han conducido una Caja al desastre –estoy pensando tanto en el Levante como en Galicia- no sólo se van de rositas, sino que se embolsan ingentes cantidades de dinero, clama al cielo. Quien empuñando un arma roba cinco mil euros en una sucursal bancaria es un ladrón. ¿Qué calificativo cabe para quien se lleva cientos de miles o incluso millones de euros protegiéndose jurídicamente tras un contrato de Alta Dirección?

Justicia es dar a cada uno lo suyo. No acabo de entender que un alto directivo gane excesivos cientos de miles de euros. Y mucho menos que se apropie de ellos tras haber demostrado que, si de algo no sabe, es de gestionar la entidad a la que expolia.

La protección política con la que actúan es una ridícula excusa. Políticos de izquierdas y de derechas se han comportado inicuamente. No defiendo ni a unos ni a otros. El ladrón es ladrón independientemente de la máscara ideológica con que cubra sus desmanes, por mucho que levante su puño izquierdo en forma crispada.

Me sorprende, y mucho, la cara dura con que quienes se han comportado como golfos, o protectores de los mismos, salen de nuevo a la palestra como si los robos no fueran con ellos. Porque se ha robado en las Cajas de Ahorros, pero mucho más en las comunidades Autónomas, en los Ayuntamientos…

La regeneración ética -¡tan necesaria!- debería ir unida a una regeneración legal. ¿Cómo es posible que quien estuvo a punto de hundir una entidad financiera con décadas de sólido funcionamiento se convierta en adalid de espiritualidad?; ¿cómo es posible que quien desde las cloacas del Estado mintió, manipuló, calumnió… pretenda –esperemos que vanamente- tomar de nuevo el timón de la nave que contribuyó seriamente a dañar?

Clamo por la vindicatio –esa parte de la virtud de la justicia- que exige, entre otras cosas, que quien se portó vilmente no rehuya las consecuencias de los descalabros que provocó.

Sólo pido dos cosas a los políticos: preparación técnica y decencia. Muchos de ellos -¡no todos!- andan bien escasos de ambas.

Nicolás de Cusa afirmaba que homo non vult nisi homo esse (el hombre no quiere ser sino hombre). En ocasiones, al observar la desfachatez de algunos, hoy en día, en la vida pública, cabe preguntarse si algunos animales no demuestran más dignidad que algunos que han aprovechado sus posiciones públicas para dar rienda libre a todas sus pulsiones. Algunos se han comportando pero que el peor de los depredadores…

Javier Fernández Aguado

Madrid, 3 de octubre de 2011

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