Entramos ya en la recta final de las fiestas navideñas y hoy día de los Reyes Magos reflexiono sobre la gran enseñanza que se esconde en el Portal de Belén, que los Reyes de Oriente encontraron y que sin duda para mí es la formación esencial.
No cabe duda que la Navidad no es para todo el mundo lo mismo: para algunos no supone más que un cúmulo de fiestas, una paga doble, regalos, comida y poco más. Para otros muchos, para mí, la Navidad es la celebración del Nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. Nada más y nada menos. No soy modelo para nadie y seguramente no celebro la Navidad como un buen católico, pero siempre me asombra, desde que montaba el Belén cuando era un niño (y ahora que voy hacia los 50, lo hago con mi dos hijos), la enorme lección de todo un Dios que quiere nacer pobre, sin nada y que sin embargo lo puede todo. Me propongo reflexionar sobre este gran Misterio y llevar a la vida práctica esa gran lección cada día. No puedo dejar mi fe católica en una percha cuando entro a trabajar en mi empresa. Ni puedo actuar al margen de esa fe, la misma que tuvieron los Reyes para postrarse ante un recién nacido. Para mí en Belén se esconde el quid de la vida, la formación esencial que todo el mundo debería conocer.