Carta nº 14 al profesor Dr. Javier Fernández Aguado, gran intelectual y estudioso de la historia, de la filosofía y del comportamiento humano que refleja en sus más de 30 libros publicados.
Caro Javier,
Estos días me hago la siguiente pregunta: ¿es la falta de ética y del sentido transcendente de la vida la causa de la corrupción en nuestra sociedad?
El discurso de Mariano Rajoy del sábado 2 de febrero, presidente del Partido Popular y del Gobierno de España, que está estos días en el centro del huracán mediático desencadenado por “los papeles de Bárcenas” que fue durante más de 20 años tesorero del PP y que amasó una gran fortuna escondida en un Banco suizo, ha originado la crisis más profunda que recuerdo en la joven democracia española. Señalar que las denuncias publicadas por los periódicos “El Mundo” y “El País” son un ejemplo de servicio a la sociedad.
En muchas charlas con amigos, colaboradores, conferencias, suelo explicar que “no tengo razón más importante para tratar bien a las personas que verlas como hijos de Dios, como lo más importante de la Creación, como hermanos igual en dignidad”.
Uno puede tener o no fe, pero si vive como si todo acabara en esta vida es lógico que ponga su afán en ser cuanto más rico mejor, en conseguir la mayor fortuna posible y vivir en consecuencia, sin importarle en absoluto el más allá. Son los que quieren vivir muy bien el más acá y les importa un bledo sus semejantes, mientras él tenga más que otros.
La corrupción de los mejores está al otro lado de la virtud. He preguntado desde mi Twitter @jolozanoga: “¡qué levante la mano quien no haya cobrado o pagado en dinero negro!” de momento nadie me ha dicho: “yo en toda mi vida jamás he pagado o cobrado en dinero B”, por tanto esta forma de operar en nuestra sociedad, quizá obligada por los altos impuestos y por una larga tradición de “engañar al fisco”, tampoco es ajena a nuestros políticos, que bien o mal nos representan.
El problema de la corrupción es mucho más profundo que el pago en sobres con dinero negro a la cúpula de un partido o evadir dinero a Suiza. La corrupción hunde sus raíces en la falta de ética personal, en la no consideración del bien común como pauta de nuestro comportamiento y en última instancia en no reconocer a Dios como Creador y fin último de nuestra vida, Juez de nuestras obras, Padre de todos. La falta de sentido divino de nuestras vidas nos arroja a al pozo de una existencia triste, gris que solo el afán por las riquezas y el placer le dan el color que se apaga tan pronto como finaliza. El hombre como lobo del hombre.
¿Se acabaría la corrupción si los hombres tuvieran un mejor comportamiento ético y más en cuenta a Dios en sus vidas?
No lo sé, seguramente viviríamos de modo más honrado, pero si hasta Jesús tuvo a Judas entre sus doce apóstoles, no es extraño que nuestro discurrir en la tierra pasemos por todo tipo de situaciones que cuando afloran nos escandalizan tanto como en estos días.
Tú sabes bien que no ha habido época en la historia de la humanidad exenta de corrupción. La transparencia es uno de los antídotos que nos defienden de los saqueadores del dinero público y de las comisiones ocultas, pero la mejor transparencia es la honradez y la ética personal, la misma que Aristóteles enseñaba a su hijo Nicómaco, hace 25 siglos.
Sigue con salud,
José
(c) José Lozano Galera, Sant Cugat, 3 de febrero 2013